Todos sabemos que el feedback es clave para mejorar. El problema es que muchas veces o no se da, o se da tan mal que termina desmotivando en lugar de ayudar.
Algunos creen que dar feedback es sinónimo de “señalar errores”, otros lo evitan como porque no saben cómo hacerlo sin que se vuelva incómodo. Y lo peor: hay quienes lo usan como una excusa para soltar críticas sin filtro.
El feedback bien gestionado no sólo mejora el rendimiento, si no que fortalece la confianza. No es una lista de puntos débiles, es una herramienta para crecer.
¿Cómo hacerlo sin que la otra persona quiera correr?
• No empieces con algo positivo sólo para suavizar la crítica
Si vas a reconocer un logro, que sea auténtico
• Preguntas en lugar de sentencias
Un “¿cómo crees que podrías mejorar esto?” abre puertas, un “esto no sirve” las cierra
• Corto, claro y accionable
Si el feedback es un monólogo de una hora, se pierde el foco (y el interés)
• En el momento justo
Dar feedback mucho tiempo después de un error es como retar a un perro por algo que hizo ayer (ya no tiene sentido)
• Recordá: No es ataque, es guía
Si el feedback sólo hace que la otra persona se sienta mal, no es feedback
Si lo gestionamos bien, el feedback no asusta ni lastima. Es la forma más honesta de ayudar a alguien a mejorar.
